La Universidad de Málaga participa en un proyecto que sustituye el silicio por residuos del vino

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Conseguir energía limpia a partir de las sobras del vino ya es posible. De hecho, la primera célula fotovoltaica realizada con residuos de la vinificación se presentó en abril en la feria Vinitaly de Verona, el mayor evento de estas características de toda Italia.

El proyecto Cheers, desarrollado por la Universidad de Málaga y la Universidad Ca’Foscari de Venecia con la participación de la Universidad de Udine y la Vinícola Serena, cuenta con financiación del Fondo Social Europeo de la Comisión Europea.

El Grupo de Investigación Nuevos Materiales Inorgánicos del Departamento de Química Inorgánica de la UMA dirigido por Enrique Rodríguez Castellón afirma que los colorantes que resultan del proceso de filtrado del vino tienen propiedades absorbentes de la luz solar y pueden sustituir al silicio de los módulos convencionales.

El estudio busca recuperar y transformar la basura del procesamiento y la clarificación de los vinos para la construcción de células fotovoltaicas con colorantes orgánicos, las denominadas células de Gräetzel.

“Se trata de un gel que tiene sólido y líquido absorbido, que es muy rico en colorantes, en taninos, polifenoles, fundamentalmente”, indica Rodríguez Castellón. Este residuo se centrifuga y del sólido que queda se extrae el colorante, que es líquido y se aplica como una especie de pintura sobre una placa de óxido de titanio nanoporoso. El tinte capta la luz solar inyectando electrones al semiconductor, capaces de atravesar el circuito externo, produciendo una corriente eléctrica renovable y sostenible.

No se conoce al rendimiento de las células fabricadas con residuos, pero un gran viñedo italiano se ha unido al proyecto y va a patentar los resultados del estudio.

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