Una revisión sistemática realizada por la Cátedra Steppe Forward –formada por investigadores del Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC) y TotalEnergies, multinacional petrolera francesa que recientemente impulsa también otras energías, cinluida la fotovoltaica–, revela la escasez de estudios sobre el impacto de las plantas fotovoltaicas en la biodiversidad.
Dicho Review, titulado “Solar photovoltaic energy development and biodiversity conservation: Current knowledge and research gaps” y publicado en mayo de este año en Conservation Letters, ayuda a comprender mejor estos efectos, así como a guiar futuros esfuerzos de investigación que prioricen las lagunas de conocimiento. Se trata, según los autores, de “la mayor revisión de conocimiento científico existente hasta la fecha en el ámbito de la relación entre biodiversidad y plantas de generación fotovoltaica”.
La fotovoltaica se ha convertido en la energía renovable con más auge en los últimos años (un estudio dado a conocer esta semana concluye que el mundo tiene ahora cinco veces más energía fotovoltaica que nuclear), y podría convertirse en la mayor fuente de energía para 2027, superando al gas natural y al carbón. Sin embargo, la información disponible sobre sus impactos en el medioambiente es escasa y dispersa.
Para este estudio, los integrantes de la Cátedra Steppe Forward han analizado 180 artículos científicos publicados desde 2010, un periodo donde el crecimiento exponencial de las fuentes de energía fotovoltaica no se ha visto acompañado al mismo nivel por el crecimiento de la investigación sobre sus efectos en el medio ambiente, aunque sí ha crecido este ámbito de interés en la comunidad científica. En concreto, los artículos se han multiplicado por 25 en el intervalo 2010-2023. Los resultados han permitido identificar los principales impactos de las plantas fotovoltaicas sobre los ecosistemas y los organismos asociados, y propone futuras líneas de investigación para garantizar que la transición energética ocurra de manera sostenible.
La revisión señala que, aunque Asia y Europa encabezan la lista de regiones con mayor capacidad fotovoltaica instalada (59% y 22%, respectivamente), la mayoría de los conocimientos provienen de estudios norteamericanos (48% de los estudios), especialmente de desiertos (41%), que podría no ser extrapolable a otros entornos, como las tierras de cultivo, donde se ubica la mayor parte de la capacidad fotovoltaica a escala mundial.
Además, la mayoría de los estudios se centraron en la pérdida o alteración del hábitat (53%), mientras que otros impactos, como las consecuencias en el microclima o el potencial de los sistemas agrovoltaicos, apenas han sido abordados. Por último, el 53% de los estudios se realizaron en una única instalación fotovoltaica, y en raras ocasiones se registraron las condiciones previas a la construcción (8%).
Paneles solares y biodiversidad
La instalación de paneles solares afecta al ambiente y la biodiversidad de maneras muy diversas. En zonas áridas, los paneles solares tienen un efecto directo sobre el microclima en las estaciones cálidas, y generan nuevas zonas de sombra , a la vez que aumentan la humedad del suelo. También pueden llegar a modificar la composición química y física del sustrato, pero se necesita más investigación para comprender los mecanismos que explican estos cambios.
Por otro lado, las plantas fotovoltaicas producen la alteración y pérdida del hábitat a dos escalas espaciales. A escala de paisaje, suponen una barrera física que interrumpe los movimientos de los animales, lo que pude desencadenar cambios en su comportamiento y poblaciones. A una escala más pequeña, como ya se ha mencionado, los paneles fotovoltaicos crean nuevos gradientes de sombra y humedad, y afectan en última instancia a la comunidad de plantas y alteran el hábitat de otros grupos de animales, como aves y artrópodos, con consecuencias sobre sus patrones de uso del espacio.
La revisión contempla el impacto de colisión con las plantas fotovoltaicas que se ha observado en organismos acuáticos (principalmente artrópodos) que pueden confundirlas con cuerpos de agua, convirtiéndolas en trampas ecológicas, fenómeno conocido como «efecto lago».
Evaluación ambiental
Los autores señalan el desconocimiento de los impactos ecológicos acumulativos y sinérgicos. Estudios recientes han demostrado que las plantas fotovoltaicas de tamaño medio provocan una mayor pérdida de hábitats seminaturales que las plantas fotovoltaicas de gran tamaño, probablemente debido a que las “megainstalaciones fotovoltaicas” se someten a una evaluación más estricta de su impacto ambiental, lo que podría conducir a la fragmentación de los grandes proyectos. La distribución dispersa de las pequeñas instalaciones podría dar lugar a un elevado impacto ambiental acumulativo que no se detectaría mediante evaluaciones independientes, lo que respalda la necesidad de realizar evaluaciones de impacto ambiental acumulativas y sinérgicas.
Recomendaciones para el futuro
En la instalación de estas placas fotovoltaicas se debería priorizar la prevención de los impactos, empezando por una adecuada planificación del uso del suelo. Asimismo, se han de destinar más esfuerzos de investigación a comprender los mecanismos que explican los impactos observados para poder diseñar medidas de mitigación efectivas.
Igualmente, los autores resaltan la necesidad de diversificar los contextos ambientales y componentes del ecosistema estudiados, con el fin de evitar sesgos en la información disponible. Del mismo modo, se han de emplear diseños metodológicos robustos (diseño conocido como BACI, Before-After-Control-Impact) y protocolos estandarizados que permitan comparar la información obtenida.
Por último, es necesario un mayor esfuerzo en evaluar el impacto ambiental acumulativo, para evitar que la instalación de campos pequeños de manera dispersa generen mayor impacto que instalaciones grandes aisladas.
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