En esta segunda parte de la mitología fotovoltaica vamos a ver cinco nuevos falsos mitos que, al igual que los desmontados sobre el desarrollo de instalaciones en el primer artículo, pueden ser intuitivos e incluso servir de contexto en ciertas narrativas, pero no se ajustan a la realidad.
La fotovoltaica a construir hasta 2030 no ocupa lo mismo que la provincia de Guipúzcoa
El uso de suelo de la fotovoltaica está de mucha actualidad últimamente. Se suele emplear un orden de magnitud de 2 ha/MW para cuantificarlo. Si aplicamos esta ratio a la capacidad fotovoltaica a construir hasta 2030 según el PNIEC[1], se ocuparían unas 55 mil hectáreas.
España tiene una superficie de 50 millones de hectáreas[2], por lo que la fotovoltaica del PNIEC ocuparía un 0,10% de la misma. De hecho, la FV del PNIEC se podría instalar en todo el terreno de erial (2 millones de hectáreas) y solo ocuparía un 2,3% de ese espacio. Por ejemplo, toda la fotovoltaica del PNIEC cabe en las tierras clasificadas como erial de la provincia de Burgos.
Otro habitual es presentar el uso del terreno para fotovoltaica como una amenaza a la producción de alimentos. Pues bien, toda la FV del PNIEC supondría un 0,25% de los terrenos agroganaderos en España (23,8 millones de hectáreas). Si hacemos este cálculo territorializado por CCAA, repartiendo la FV del PNIEC según las solicitudes de acceso concedidas, solo en Madrid (2,79%) se superaría un 1% de ocupación de la superficie agroganadera.
Solo con el autoconsumo no se pueden cumplir los objetivos del PNIEC
Como respuesta a la ocupación del terreno de la fotovoltaica en suelo, una propuesta habitual es la realización solo de instalaciones de autoconsumo, hasta el punto de que sea la base de la potencia fotovoltaica en España. Esta propuesta, y habiendo defendido desde UNEF el autoconsumo cuando nadie más lo hacía, desafortunadamente no es viable.
En los países de nuestro entorno, una cifra estándar de autoconsumo instalado anualmente se encuentra entre los 400 MW y los 600 MW. En España en los últimos años este sector está creciendo significativamente y se mueve ya en ese entorno: en 2019 se instalaron 459 MW y en 2020 596 MW.
Asumiendo que en España se hicieran 600 MW al año de autoconsumo, manteniéndonos, por tanto, durante los próximos diez años en el rango alto de ese orden de magnitud, se harían unos 6 GW de autoconsumo hasta 2030. Este valor se puede tomar como una estimación optimista de un escenario Business As Usual.
Con medidas más agresivas de promoción o subvenciones más o menos directas por parte de la administración se podrían aumentar estas cifras, pero no parece plausible que se alcancen los 27,7 GW que han de construirse para cumplir con el PNIEC.
A nuestro juicio, para llegar al objetivo de FV en el PNIEC debe emplearse una combinación racional de todas las alternativas: un número reducido de grandes plantas en determinadas ubicaciones, un mayor número de plantas medianas o pequeñas en todo el territorio y autoconsumo en todos los edificios posibles.
Una instalación grande no tiene per se más impacto ambiental que muchas plantas pequeñas
Como apuntábamos en el primer artículo de esta serie, aparentemente ya solo se construyen macroplantas fotovoltaicas en España (como vimos, nada más lejos de la realidad). El corolario de esta supuesta tendencia es que es preferible para el medio ambiente construir muchas instalaciones pequeñas que una grande (por la misma potencia). Esta afirmación es cuanto menos una simplificación de la realidad, pues habrá que estar a cada caso particular y considerar el valor ecológico del terreno, la actividad que se realizaba antes en el mismo, etc.
Una gran instalación en un espacio desnaturalizado o sin gran valor ecológico tendrá un bajo impacto mientras que muchas instalaciones pequeñas tendrán un elevado impacto si están en una zona de alta biodiversidad. Por ello, el sistema de autorización ambiental existente en España evalúa cada caso separadamente mediante estudios de impacto y medidas particulares para cada proyecto, desautorizándolos en zonas de alto valor ecológico.
Una instalación fotovoltaica no supone necesariamente una transformación del terreno negativa
Otro caso habitual del debate ambiental es presentar las plantas fotovoltaicas como elementos de transformación radical del terreno. Siendo cierto que requieren grandes superficies para desarrollarse, su impacto no tiene por qué ser irreversible ni de gran magnitud. Si se siguen medidas para la integración ambiental de la instalación en el entorno en el que se ubica, simplemente se trata de una transformación a la que no estamos habituados.
De hecho, si comparamos el efecto sobre la biodiversidad de una instalación fotovoltaica con el principal uso no natural de la tierra en España, la agricultura intensiva, la primera produce un ecosistema mucho más diverso en los terrenos en los que se instala. Una planta fotovoltaica es un espacio cerrado al paso de personas (aunque con vallado cinegético para permitir el paso de fauna) que, si antes se dedicaba a un monocultivo agrícola, además de dar un respiro a la tierra (y a los acuíferos, por la contaminación por fertilizantes), permite que se desarrolle biodiversidad que antes no existía.
No todas las renovables tienen el mismo impacto ambiental
El impacto en la biodiversidad de las nuevas instalaciones renovables es, como se ha dicho antes, una cuestión de creciente interés. Cartas y tribunas de opinión de profesionales investigadores y científicos han alertado recientemente sobre el impacto de los nuevos desarrollos renovables.
No obstante, el impacto de las renovables en su conjunto es en sí algo incongruente pues éstas se parecen entre sí lo mismo que las tecnologías convencionales. No tiene sentido aplicar criterios generales o diseñar regulación para todas tecnologías según los impactos de una de ellas. Es tan similar la energía eólica a la fotovoltaica o a la biomasa como la nuclear al gas natural o la hidráulica.
En particular la cuestión del impacto en avifauna es relevante por ser España un territorio con gran diversidad, en el que las aves gozan de numerosas figuras de protección y en el que hay un arraigado espíritu conservacionista. Es en esta cuestión precisamente donde la equiparación de la fotovoltaica con otras tecnologías renovables como la eólica, es más desacertada.
Por otro lado, no hay duda de que el cambio climático impactará a las poblaciones de aves, al ser los animales más afectados por la variación de las condiciones atmosféricas. Según la Audubon Society al menos el 10 % de las especies de aves del mundo pueden estar en peligro en este siglo debido al calentamiento global. De hecho, el científico en jefe de Audubon, Gary Langham, calificó el calentamiento global como «la mayor amenaza que enfrentan nuestras aves hoy».
En conclusión, el impacto ambiental de las renovables está atrayendo mucho interés público, por una sociedad que quiere informarse y exige a las empresas y la administración las mejores prácticas disponibles. El debate necesario sobre el desarrollo renovable y su compatibilidad con la conservación del medio ambiente debe, a nuestro juicio, evitar enfrentamientos de tipo ideológico. Para avanzar, se debe conocer el impacto real de las instalaciones e introducir medidas basadas en estudios científicos y propuestas regulatorias realizables.
[1] 27,7 GW de nueva capacidad FV para llegar hasta los 39,2 GW en 2030 del PNIEC desde los 11,5 GW instalados a cierre de 2020.
[2] Los datos de superficie usados en el artículo provienen del último anuario estadístico publicado por el Ministerio de Agricultura (2018).
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